Saber cuándo buscar ayuda



En el proceso de desarrollo del ser humano, pasamos por diversas etapas, desde  el nacimiento hasta la vejez, en las que vamos aprendiendo cómo ser como personas, como relacionarnos con los otros, a conocer y  aceptar a los demás y vamos integrándonos a nuestra familia y sociedad.

De la familia, en especial de los padres, aprendemos como ser, aprendemos cómo vestirnos, cómo interactuar con los demás, cómo celebrar, cómo festejar los logros, o cómo resolver un problema, cómo actuar ante la vida y sus diversas vicisitudes.

En las primeras etapas de la vida, somos como una copia al carbón de nuestros padres en formas y actitudes, y en la medida en que crecemos, vamos adoptando e integrando formas nuevas hasta conformar una personalidad propia y a la vez parecida a la de ellos.

Sin embargo, lo común  en este proceso de crecimiento y desarrollo, es que las cosas no sucedan de manera óptima. En ocasiones podemos vivir eventos o conflictos que pueden afectar e incluso incidir de manera profunda  y permanente nuestro desarrollo y nuestra vida futura, desde el mudarse de ciudad, el divorcio de los padres, hasta la pérdida de alguno de ellos o la agresión y violencia en el seno familiar, la cual puede ser esporádica o permanente.

Todos estos acontecimientos van dejando huellas que a veces podemos resolver y superar, pero en otros casos, no lo conseguimos y nos siguen afectando de manera permanente y nos impiden relacionarnos  sanamente y adaptarnos a la vida actual de manera sana y grata. 

A lo largo de nuestra vida, vamos haciendo ajustes a las circunstancias que vivimos y  nos vamos adaptando a ellas.
En otras ocasiones no lo conseguimos y vivimos con conflictos permanentes y limitados en nuestro interactuar y en el desarrollo de nuestras capacidades  y habilidades como seres humanos.

Para poder resolver dichos conflictos, a veces es necesario buscar ayuda profesional, es decir, a un terapeuta que nos facilite el proceso de reconocimiento de nuestra realidad, de nuestros recursos y nos ayude  encontrar la forma de adaptarnos a las circunstancias que vivimos de manera fluida y que nos acompañe en el proceso de desplegar nuestras habilidades y capacidades.

Pero cómo saber que es necesaria esa ayuda?
Hay  indicadores que nos permiten darnos cuenta de que dicho apoyo es necesario:

Cuando la angustia, el estrés, el miedo, la ansiedad,  la ira, el rencor; por mencionar algunas emociones; se vuelven parte cotidiana y permanente de nuestras vidas, son indicadores de que necesitamos ayuda profesional.

Vivir con estas alteraciones no es sano y nos puede ir enfermando, minando nuestra salud y deteriorando nuestra calidad de vida, así como alterando las relaciones con los demás.

Podemos volvemos esclavos de estas emociones negativas que dañan nuestras relaciones, haciendo imposible mantener  pareja, amistades, relaciones familiares, e incluso la sana convivencia dentro de nuestro ámbito laboral o escolar.

Esta forma errónea de interactuar, nace de aprendizajes en la edad temprana y de limitaciones en el desarrollo de habilidades sociales que vamos arrastrando y que impiden nuestro desarrollo personal, académico, profesional  y social.

Con la ayuda adecuada de un profesional podemos concientizarnos de dichos procesos y podemos ir desarrollando formas nuevas y sanas de interactuar y de sobresalir a las adversidades que a lo largo de la vida vamos viviendo.

Lograrlo no es imposible, pero a veces es necesario recurrir a alguien más que tenga la claridad, las habilidades profesionales para hacerlo y que nos brinde el apoyo requerido.

Reconocer que necesitamos ayuda, no siempre es fácil, ya que muchas veces tenemos la creencia errónea de que quienes necesitan un terapeuta son enfermos o desequilibrados mentales y pensar así  nos limita para poder buscar la ayuda necesaria.

La Terapia Gestalt, es una terapia del contacto,  emocional, que nos puede brindar ayuda sobre nuestros conflictos y relaciones.

Reconocer que no nos relacionamos adecuadamente requiere de valor y a veces es un proceso doloroso, pero a largo plazo es más que necesario hacerlo. 

Vivir con calidad, con amor, con relaciones satisfactorias vale la pena.

Todos merecemos vivir en ambientes nutricios, satisfactorios y reconfortantes, merecemos ser felices y disfrutar la vida en vez de padecerla; si está en nuestras manos conseguirlo, pues asumamos esta posibilidad y hagámoslo posible.

Rosa María Marín es Terapeuta Gestalt, Psicóloga Educativa, e Instructora de Yoga.

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